¿Qué se puede hacer, Dios, con el CIOMIJAS?
Si hay algún proyecto formativo del que se podía saber a ciencia cierta que no tendría posibilidades de sobrevivir, es el CioMijas. Cuando se comenzó a diseñar, ya hacía décadas que se habían comenzado a desaconsejar estos modelos en países desarrollados. Por ese mismo motivo, la Cónsula había adoptado años antes la fórmula de Restaurante-Escuela, abierto cinco días a la semana y sólo por las mañanas. Las razones de esta fundamentada declaración están expuestas en el informe presentado en Brasil en 2006.
Cuando se inició el diseño del proyecto, la Delegación de Trabajo de Málaga nos convocó a una serie de personas e instituciones para formar parte del asesoramiento. No recuerdo los asistentes a la primera reunión, a excepción del convocante, D. Fernando Colina, y representantes de la Universidad de Málaga, dado que por entonces tenía bastante relación con alguno de ellos. Yo expuse mi impresión de que un estudio detallado probablemente pondría en evidencia la inconveniencia de tal tipo de proyecto, aunque pronto se nos dejó muy claro que la opción de desestimarlo no se contemplaba. Aquello parecía la clásica plataforma destinada a crear una coartada, una justificación científica a algo que ya se había decidido hacer, aunque no fuera viable. Supongo que en su momento debió haber otra para dar cobertura al aeropuerto de Castellón.
Ya no asistí a más reuniones. Presenté mis excusas y no volví más. No tuve tiempo de conocer que la ubicación del Centro, y del hotel, empeoraba mucho más la cuestión. El proyecto se había situado al lado interior de la carretera, no en línea de playa como yo pensaba. Se añadía a un proyecto inviable un hotel inviable, incluso considerándolo como una unidad independiente, lo que no era el propósito. Aunque no abundan expertos en hoteles-escuela (yo no conozco ninguno fuera del Centro Nacional de Marbella), sí que hay muchos en inversiones hoteleras. Pregunten a alguno si hubieran invertido en construir un hotel, en ese mismo lugar, como el que forma parte del CIO MIJAS.
La presentación del proyecto, que se hizo en la Cónsula a bombo y platillo, corrió a cargo del arquitecto D. Salvador Moreno Peralta– un profesional de bastante prestigio que me imagino hizo lo que le encargaron – sin que le acompañara ningún técnico en formación, gestor de proyectos o algo parecido, de solvencia. Ese día expuso lo que le correspondía, el proyecto de obra, pero no pudo ofrecer más explicaciones sobre el “proyecto de negocio”, su viabilidad, su financiación, el tipo de enseñanza que se iba a llevar a cabo allí. Imagino que debió sentirse bastante solo no sólo en ese momento, sino también durante el diseño y la construcción de la obra. Porque curiosamente, ese es el único centro de formación del mundo que no ha sido asesorado y acompañado jamás por alguien con experiencia y conocimiento en la materia, fuera del arquitecto. Dadas estas circunstancias, no cabe más que felicitar a éste porque – con todos esos condicionantes – diseñó y dirigió el proyecto con gran maestría. Incluso se aprecia una labor previa de investigación personal llevada a cabo en diversas escuelas europeas y puede que norteamericanas.
Sólo que se trataba de un proyecto equivocado, en un lugar equivocado y en una época equivocada.
Siguiendo con la presentación y en conversación informal, el Consejero de turno respondió a mi curiosidad diciendo que todos esos pormenores serían resueltos por la Universidad de Cornell, quien se encargaría de la gestión. Al preguntarle si conocía el coste – evidentemente no habían ni siquiera entrado en contacto con ellos – me dijo que lo asumirían, aunque fueran “seis o siete millones de pesetas”.
“Es cincuenta veces esa cantidad” – le respondí. No obstante, hicieron que el Presidente Chaves informara, días después y públicamente, de este propósito.
Tras la finalización de la construcción, el CIO MIJAS siguió sin contar, entre quienes tenían que ponerlo en marcha, con alguien que tuviera idea de lo que tenía entre manos. Tras alrededor de un año de inacción, se otorgó la concesión a una UTE – que me consta se pilló los dedos con la adjudicación – y siguió sin contar con nadie, en el cuadro directivo, que pudiera presentar la más mínima experiencia previa en este tipo de centros formativos. Y me parece que tampoco de ningún otro.
Confieso que, años más tarde, cuando leí que el CIO MIJAS estaba envuelto en casos de fraude de cursos de formación, no me extrañó lo más mínimo. Disculpen que no les diga por qué.
No obstante, ahora es necesario abordar el futuro del CIO. Descartada su gestión por parte de Junta, no sólo porque ya lo han manifestado sino porque adivino que no podrían hacerlo, proponen volver a equivocarse con una nueva adjudicación a una empresa privada, si es que hay alguna que se atreva a meterse en ese berenjenal, y volver a invertir casi dos millones de euros en un pozo sin fondo.
Me imagino que parte o mucho de esa nueva inversión irá destinada a cubrir la descapitalización dejada por la UTE saliente. Es un hecho de manual que las empresas adjudicatarias de instalaciones públicas exprimen los activos físicos como un limón durante los años de concesión, dejando después los problemas, las averías, las amortizaciones físicas, funcionales y tecnológicas que nunca llevaron a cabo, para que se las encuentre el adjudicador cuando recupere lo que quede de las instalaciones. Ponerlas de nuevo al día y buscar otro adjudicatario, rayaría por parte del funcionario o funcionarios que así lo decidieran en – como mínimo – negligencia culpable. Unos años después – claro que otros servidores públicos distintos – se volverían a encontrar con el mismo problema.
Mi consejo al respecto es que hagan como con el aeropuerto de Castellón y traten de venderlo a una empresa privada que quiera explotar sus instalaciones, una empresa de prestigio que apueste al medio-largo plazo y trate de hacer de alguna forma viable su futuro. Una empresa con imaginación, tecnología, recursos, contactos y capacidad de innovación. El CIO no puede volver a la dinámica de las subvenciones que no llegan, de las acciones formativas de las que se detraen recursos para compensar las pérdidas, de los profesores mal pagados, de los trabajadores que no cobran, y del permanente desprestigio nacional e internacional de unas instituciones autonómicas que parecen empeñadas en demostrar una y otra vez su incapacidad de gestión.
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