En estos últimos días, he observado el surgimiento de una nueva campaña de desinformación relacionada con la sanidad pública de Andalucía. Estas tácticas de intoxicación suelen comenzar con un hecho específico, a menudo de relativa irrelevancia, que se magnifica y se propaga de manera exponencial a través de los conocidos replicadores. Estos actúan motivados por sectarismo y, en muchos casos, como una muestra obligada de “agradecimiento condicional”.
Mi percepción como usuario de los servicios de salud andaluces es muy clara. Es cierto que el sistema público está enfrentando desafíos significativos en cuanto a recursos humanos. Sin embargo, es innegable que su cuerpo de profesionales, en todas las categorías, ha demostrado una capacidad de sacrificio increíble y ha implementado metodologías de eficacia y eficiencia altamente sorprendentes. Se han mejorado considerablemente los métodos de trabajo y se han establecido nuevas rutinas, lo que ha llevado a una productividad que la sanidad privada (que también utilizo) está lejos de alcanzar. Y para colmo y en los últimos años, la calidad de la atención al cliente también ha mejorado de una manera sorprendente.
Todo ello no tiene más remedio que sustentarse en una excelente planificación.
La sanidad andaluza se sometió a una prueba severa durante la pandemia. Las diversas y gigantescas campañas de vacunación fueron un ejemplo no solo para el resto de España, sino también para el mundo. Me contaron que, en Cataluña, alguien nacido en una localidad de la Comunidad, pero empadronado en otra por circunstancias particulares, no pudo vacunarse en su tierra natal hasta hace dos días y tras pasar por un calvario, cuando ya tenían la certeza de que sobrarían miles de dosis. Es sólo un detalle, pero muy significativo.
Es importante no seguir confiando en el viejo adagio de que “el paño en el arca se vende”. Frente a un sistema que sólo ejecuta acciones en función de la acogida social que supone puede tener, así como de propios y particularísimos intereses personales, ser un excelente gestor y no decirlo puede rayar en la irresponsabilidad.