Ayer recibí en mi Kindle una copia del recién publicado libro de Javier Imbroda, Juanjo Martín y Javier de Miguel, “Entrenar para Dirigir”. Lo he leído de un tirón con bastante interés, dado que se centra en los errores más frecuentes de aquellos que – a lo largo de nuestra vida – hemos tenido como actividad principal la dirección de grupos. A medida que avanzaba en su lectura me iba dando cuenta de la extrema complejidad que entraña la gestión de equipos deportivos, en donde la motivación, la concentración, la precisión, la intuición, la creatividad y la rapidez han de ser extremas. Y en donde, además, no sólo es necesario hacer las cosas bien a la primera, sino hacerlo mejor que el otro equipo que tenemos enfrente. Es fácil que no nos demos cuenta de que en la vida real solemos perder a menudo la atención sobre los pequeños detalles, lo que- a la larga – puede hacer que nuestra posición se debilite. Pero aquí está el Libro de Javier Imbroda para impedírnoslo.
La paradoja es que la obra aborda el más complejo problema de la dirección de equipos con la más sorprendente claridad y sencillez. La razón es evidente. Justo en donde una décima de segundo puede suponer la diferencia entre la victoria o la derrota, la información ha de ser breve, precisa, inequívoca y decisiva. No podemos perder el tiempo en consideraciones innecesarias.
El libro no tiene desperdicio. Es, además y sin ninguna duda, un manual de permanente consulta y recordatorio. Un conjunto de reglas de oro de las que es muy recomendable hacerse una lista de bolsillo para chequeo diario. No obstante, uno de los aspectos que he valorado más de él, es que cada capítulo contiene un apartado de “Entrenamiento”. Es frecuente pensar que unas cuantas sesiones de “formación continua” en la empresa nos van a permitir adquirir no sólo los conocimientos, sino también las habilidades y las actitudes necesarias para la consecución de unos objetivos que ni siempre se formulan. Craso error. Si no entrenamos todos los movimientos críticos las veces que sean necesarias, acabaremos pagándolo de la forma más cruel. Y si no reforzamos – en eso Imbroda insiste mucho – a los miembros de nuestro equipo de forma permanente, la motivación y la moral descenderán rápidamente por debajo del nivel de alto rendimiento.
Pero la obra no sólo va dirigida a directivos empresariales– en todos sus niveles de competencia sobre la materia – directores deportivos, o incluso personas que simplemente desean ser más eficientes en sus relaciones con los demás. Yo la consideraría “asignatura” imprescindible para aquellos que pretenden dedicarse o, de hecho, se dedican a la política. Son tan graves las carencias en este campo que, si el asunto no se remedia de forma urgente, el caos en España está asegurado. Junto con la falta de conocimiento de lo que tienen entre manos, una enorme cantidad de personas que se dedican a la “cosa pública” está ahí por mero interés personal, incapacidad para medrar en otros campos, deseo de rápido enriquecimiento u otros intereses espurios. Y claro, difícilmente estas personas van a poder o querer conformar un equipo cuando el adversario a batir, en este caso “enemigo”, son todos los demás compañeros de partido, especialmente aquellos más dotados, inteligentes o preparados.
Contra esta vieja forma de hacer política es contra la que se ha alzado Albert Rivera y Ciudadanos. Esa lacra es la que ahora debe combatir Javier Imbroda, desde su puesto de número uno a las listas por Málaga al Parlamento de Andalucía. Hacia este Partido es a donde debe dirigir la influencia y la fuerza de sus postulados, para que se constate que es diferente. Y hasta el último afiliado de la más humilde agrupación es a donde debe llegar la pasión, la generosidad, la dedicación y la entrega que ha puesto siempre Javier en el deporte y en todas las etapas de su vida personal.