Las sociedades, con independencia de las creencias, motivaciones políticas, lengua, raza o color se dividen fundamentalmente en dos bloques bien distintos, aunque con cierta permeabilidad entre ellos. El primero es el grupo de los que quieren que se conserve sin grandes cambios – sólo los necesarios – el mundo en el que habitan. El segundo, el de los que anhelan unas drásticas y revolucionarias transformaciones, el de los que prefieren cualquier cosa, la que sea, a la situación por la que están atravesando.
Entre las cosas que desean mantener los del primer grupo se encuentran, desde fantasmas heredados del pasado, hasta dolorosas conquistas alcanzadas con gran esfuerzo, dedicación y sacrificio, pasando por egoístas enroques en prebendas y privilegios adquiridos de forma poco clara. Y, por supuesto, esto último bien sazonado del indispensable clientelismo.
Las cosas que quieren echar abajo los segundos se encuentran en el rango de entre “mucho” a prácticamente “todo”, llegando algunos a estar dispuestos a sacrificar su mínimo y precario bienestar con tal de lograr un futuro supuestamente liberador, incierto, arriesgado y la mayor parte de las veces, catastrófico.
Los primeros necesitan de tierra sólida en la que apoyarse. Los segundos, de mesías que les canten las bonanzas de los paraísos igualitarios donde todo el mundo es feliz, como Cuba o Venezuela, así como de la suficiente dosis de ingenuidad para creérselo. Sólo así se explica el fenómeno de que las derechas y las izquierdas se fundan bajo la batuta de algo tan poco viable como la CUP.
Pero en lo que quiero fijar mi atención hoy es en la reacción de los grupos “conservacionistas”, por poner un nombre menos gastado. Un ochenta por ciento de los que buscan tierra que no se tambalee en Cataluña, ha optado por Inés Arrimadas. ¡Y todavía no se habían representado los últimos actos de la vergüenza valenciana! Pongo énfasis en el nombre propio porque si las siglas de Ciudadanos son importantes, la figura del líder lo es mucho más. Como lo es la de Albert Rivera para la formación.
Los que ahora buscamos cobijo ante los recientes temblores y decepciones, necesitamos la conjunción de un ideario como el de Cs (que lucha contra los fantasmas, las prebendas, la caspa y la corrupción) con líderes que ofrezcan la garantía de poder llevarlo a buen puerto, lideres con la frescura, la limpieza, la trasparencia y la fuerza motivadora que Inés le ha dado a los catalanes.