Hace varios días me reuní con unos viejos amigos, jubilados después de largas y satisfactorias vidas profesionales, y sintieron gran curiosidad por saber que me había inducido a entrar de forma tardía en un partido político. Y que – además – lo hiciera alguien precisamente como yo, que jamás había querido acercarme a esta actividad y que, a lo largo del tiempo, les había expresado mi valoración de muchos políticos, con algunos de los cuales había tenido que lidiar en mi época de funcionario público.
Bueno – les dije – si entré en un partido es porque se trataba de Ciudadanos, una formación que me pareció que encarnaba los valores y principios que siempre había deseado para quienes tenían intención de dedicarse a la vida pública. Un ideario que jamás había visto materializarse, ni siquiera en parte, a lo largo de mi vida. Encontré en Albert Rivera, y después en Inés Arrimadas, una clara esperanza de lucha contra las viejas y repetidas miserias de otros partidos. Encontré en ellos, además, la pasión inspiradora que arrastra, el liderazgo fecundo que motiva, la capacidad de generar confianza y el tesón de quienes crees que no se van apartar lo más mínimo de su camino.
A la curiosidad de mis amigos sobre cuál pensaba yo que podría ser mi aportación, les respondí: “Evidentemente, servir”. No directamente – como es obvio – pero sí en labores auxiliares. Les dije que me veía aportando mi experiencia, fruto de algunos aciertos y muchos errores, y apoyando y empujando a quienes me parecieran valiosos para el proyecto. Tratando de convencer a los que – de entre ellos – pudieran representarnos, para que salieran a defender el interés general. Y es que es la persecución de ese objetivo, y no de otro, lo que marca la diferencia que Ciudadanos ha de tener con respecto a otros partidos.
A las acusaciones de mis amigos de haber sido siempre demasiado idealista y bastante inconformista, les dije que quizás eran esos defectos míos los que podrían ser más útiles. La búsqueda de un ideal por el ser humano es universal, permanente e imperecedera. En eso se basan las religiones y cualquier tipo de movimiento que arrastre masas. Si el ideal creado por Ciudadanos es la construcción de una sociedad mejor, hay que persistir en el mantenimiento de la pureza de esa idea con, precisamente, ilusión por defenderla e inconformismo ante todo lo que pueda desvirtuar el mensaje original.
No olvidemos que la mayoría de los votantes de Ciudadanos siempre se ha movido arrastrada por la emoción y la ilusión, más que por el pragmatismo. Jamás, por tanto, puede perderse ese norte, ese referente, esa innegable realidad.